La Unidad del Cuerpo

La Unidad del Cuerpo

La Palabra de Dios muestra que los miembros del Cuerpo de Cristo deben estar unidos entre sí, pues “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu” (Ef 4: 4). En su oración sacerdotal el Señor Jesús intercedió al Padre para que sus discípulos fueran uno así como Él y el Padre son uno (Jn 17: 11). El Señor Jesús nos muestra cómo llegaría un tiempo en el que habría un solo rebaño y un solo pastor (Jn 10: 16).

Por algún tiempo las Iglesias evangélicas y pentecostales adoptaron una teología “optimista” -aunque desmentida por la realidad- que afirmaba que esa unidad de la Iglesia no era visible sino una realidad delante de Dios, lo que sería suficiente para atender al deseo de unidad del Señor. Pero la Palabra de Dios nos enseña que la unidad del Espíritu es algo que también depende del esfuerzo de los creyentes: “…procurando con diligencia guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Ef 4:3).

En 1948, líderes cristianos decidieran crear el Concilio Mundial de Iglesias como órgano destinado a promover una unión entre las varias denominaciones cristianas. Ahora, ese Concilio, aunque buscando teóricamente atender a un objetivo bíblico, falló por dos razones:

1. No se dio cuenta de que la unidad verdadera sólo es posible entre los que creen y practican la Palabra del Señor, y no pueden alcanzarla los que la niegan. Por ejemplo, Iglesias que practican la idolatría, condenada en las Escrituras, o que ponen una tradición cualquiera en el mismo nivel de la Palabra de Dios.

2. No se percató de que el tipo de unidad que el Señor Jesús desea es exclusivamente espiritual, como Él claramente afirmó en la oración que hizo al Padre. No se trata absolutamente de una unidad eclesiástica, institucional u oficial.

Pero en los últimos años el Espíritu Santo está despertando a los verdaderos creyentes, especialmente en los medios pentecostales y carismáticos que comprenden el valor de las Sagradas Escrituras, para la necesidad de que se tornen sensibles a la unidad que el Espíritu Santo está promoviendo en estos tiempos que preceden a la vuelta del Señor Jesús en gloria para arrebatar Su Iglesia.

Por esa razón, se encuentran alrededor del mundo, Iglesias y pastores que han sido “tocados” por el Señor con la necesidad de buscar la unidad del Espíritu Santo. Cómo será alcanzada esta unidad, todavía no se sabe con precisión. Pero el Señor lo sabe. Debemos, por eso, estar abiertos para lo que el Señor revela sobre este asunto.

Lo que ya hemos comprendido, con respecto a la parte que nos corresponde desempeñar para que esa unidad sea alcanzada, es que debemos buscar una aproximación con todas las Iglesias y líderes cristianos que creen solamente en la Biblia como única regla de fe y práctica, y que son sensibles a lo que el Espíritu Santo está diciendo con respecto a la importancia de la unidad para que podamos conocer a esos otros hermanos, su fe, su experiencia y sus necesidades. Podemos, entonces, empezar a orar los unos por los otros.

A medida que oramos los unos por los otros, aprendemos a amar a esos hermanos y a minimizar las pequeñas diferencias que existen entre nosotros en materia de práctica (costumbres, usos, formas de alabar, etc.). Pero para que eso ocurra, no podemos pretender que nuestra comunión dependa de que no haya diferencias menores entre nosotros. La comunión será el resultado sobretodo de que las Iglesias pasen a oír la voz del Señor Jesús (Jn 10: 16) y a someterse en realidad (no sólo en teoría) al Gobierno del Señor. Corresponderá al Señor cuando quiera -y si quiere- empezar a aclararnos sobre esas diferencias. Tenemos que confiar en Su operación milagrosa en ese campo tan delicado que es la Unidad de la Iglesia. De otra manera, jamás caminaremos en la dirección de esa Unidad.

En esta fase inicial es mucho más fácil tener una comunión entre grupos pentecostales y carismáticos (no-extremistas), pues estos grupos creen que el Señor continúa hablando a Su Iglesia y están, por esto, sensibles a los consejos del Señor y a la dirección del Señor Jesús como Cabeza de la Iglesia.