Avivamiento

Porque los Avivamientos Terminan

Introducción

Los avivamientos, aunque sean muy deseados y promuevan un clima de notable satisfacción espiritual en su inicio, no acostumbran durar muchos anos. Por un lado, manifestaciones humanas (carnales) con relación a la operación del Espíritu Santo manchan la pureza de la Obra que El Espíritu Santo comenzó a realizar, enflaqueciendo y apagando la llama que incendiaba al principio. Por otro lado, manifestaciones espirituales que no proceden del Señor también suelen penetrar en la Iglesia, perturbando la Obra que el Señor está realizando.

¿Que manifestaciones humanas (carnales) y espirituales son esas que causan la pérdida de la operación del Espíritu Santo en las iglesias afectadas por el avivamiento? Son manifestaciones corporales como resultado de la operación de la carne (Gal. 3:3) y de Espíritus engañadores (I Tim. 4:1). ¿Que posibilita esa manifestación? Primeramente, grietas causadas por pecados ocultos y por la exaltación de personas usadas por el Señor. En segundo lugar, desobediencia a las orientaciones y principios establecidos en la Biblia. Finalmente, falta de conocimiento de la Palabra de Dios y falta de discernimiento espiritual. Pero ¿cual seria el motivo por el cual la Iglesia en estado de avivamiento no sea capaz de luchar contra esos males y prevalecer? Y ¿cuales recursos dispone la Iglesia para impedir que se corrompa el verdadero avivamiento?

La Naturaleza del Avivamiento

El avivamiento es el resultado de un derramamiento del Espíritu Santo sobre la Iglesia que está viviendo en un estado de decadencia espiritual (Apo. 3:15-16), llevando la Iglesia a retornar a la practica de toda la Palabra de Dios (II Tim. 3:16-17). El motivo para la presencia de esos dos elementos divinos es que el Espíritu opera a través de la Palabra (Ef. 6:17).

En todo avivamiento verdadero ocurren ciertas manifestaciones del Espíritu Santo: una poderosa manifestación de la presencia del Señor en medio de la Iglesia, la predicación pura de la Palabra de Dios, un derramamiento del amor de Dios en los corazones, una pasión por las almas perdidas y el deseo generalizado de vivir para agradar al Señor. Todas esas manifestaciones llevan la Iglesia a tener un especial placer en orar y ayunar, leer la Biblia, estar presente en los cultos y reuniones de oración, evangelizar y servir al Señor y a los hermanos. Como resultado la Iglesia crece en la fe, en el amor y en la esperanza de la venida del Señor Jesús (I Cor. 13:13). Los dones espirituales se manifiestan y el fruto del Espíritu (Gal. 5:22-23) aumenta en la vida de la Iglesia. Continuamente vidas se convierten al Señor Jesús (Hch. 2:46-47), pues el Señor confirma la predicación de la Palabra por medio de señales (Mar. 16:20). Esas operaciones del Espíritu tocan profundamente no apenas el espíritu de los creyentes, sino también sus emociones.

Falsos Avivamientos

Muchos movimientos espirituales caracterizados por emociones colectivas y comportamientos no-bíblicos aunque sean llamados “avivamientos” por sus líderes, no son resultado de operaciones verdaderas del Espíritu Santo, mas muchas veces, son resultado de técnicas sicológicas de animación a través de las cuales, predicadores procuran proporcionar un estado emocional exaltado entre las congregaciones. Muchas veces esos líderes proceden así no necesariamente por dolo mas por ignorancia con respecto a la manera por la cual El Espíritu Santo actúa e por desconocimiento de las verdaderas características de un genuino avivamiento.

La falsedad de esos avivamientos puede ser atestada mediante una comparación entre los fenómenos que en ellos ocurren y las enseñanzas en las Escrituras Sagradas. En esos “avivamientos”, los líderes promueven prácticas emocionales de alabanza y de testimonios desproveídos de sabiduría, y ocurren fenómenos corporales y mensajes “proféticos” que se enseñan en cursos (contrario a un don dado por El Espíritu Santo). Esos líderes suelen decir que todas esas prácticas y manifestaciones ocurrieron en avivamientos genuinos. Se trata, sin embargo, de una innovación, por lo que se explica seguidamente. Las prácticas y manifestaciones relatadas ocurrieron, es verdad, en avivamientos genuinos, pero en el momento que elementos no-espirituales entraron en las iglesias, causando inclusive el final de esos avivamientos. De la lectura de la historia de esos avivamientos – inclusive de los ocurridos en la Nueva Inglaterra en el tiempo de Jonathan Edwards, en Inglaterra en la época de John Wesley y en Wales en los tiempos de Evan Roberts – somos informados de que esos avivamientos, que comenzaron por una autentica operación del Espíritu Santo, fueron, a seguir, perjudicados por la aparición de esas manifestaciones y prácticas, que provocaron el fin del genuino mover del Espíritu. Actualmente, conducidos por líderes que ignoran los limites establecidos en la Palabra de Dios y que desconocen la historia de la Iglesia, muchos creyentes sinceros están aceitando prácticas y enseñanzas que no provienen de Dios, repitiendo, así, los mismos errores practicados en avivamientos. Los creyentes están dispuestos incluso hasta comportarse en los cultos de una forma inconveniente, contrariando lo que la Biblia enseña sobre sabiduría, decencia y orden (I Cor. 14). Por ignorancia, justifican sus prácticas alegando que ocurrieron en avivamientos pasados.

Manifestaciones del Hombre (la Carne)

En verdaderos avivamientos a lo largo de la historia de la Iglesia, junto a la operación genuina del Espíritu Santo, siempre ocurrieron, a partir de un cierto momento, una serie de manifestaciones que no son provenientes del Espíritu de Dios, sino que son apenas manifestaciones del hombre (referidas en las Escrituras como de la “carne”):

1) Falta de orden y decencia (I Cor. 14:40) – el hombre comienza a dar evasión a su manera a las emociones genuinamente espirituales que siente; aunque las emociones puedan haber sido producidas por el Espíritu, las manifestaciones exteriores de las emociones son de la carne;

2) Testimonios públicos exaltados con respecto a sus “experiencias” de conversión, en las cuales son enfatizados pecados cometidos;

3) Uso de los dones espirituales sin sabiduría (lenguas sin interpretación) (I Cor. 14:20, 23) y sin sumisión a los pastores (entrega de profecías y otros dones entregados a los creyentes por otro creyente);

4) Entrega de profecías, sueños e visiones en público para acusar miembros de la Iglesia o pastores (la manifestación del Espíritu Santo son para edificación – I Cor. 14:3);

5) Practica de dones espirituales en público con gran emotividad y gestos dramáticos, llamando la atención a su “espiritualidad” e infundiendo “respecto” en los oyentes; y

6) Auto-exaltación de parte de los líderes usados por Dios o exaltación de los líderes de parte de la Iglesia.

Doctrinas Bíblicas y Discernimiento

La contaminación de los avivamientos genuinos, como resultado de prácticas carnales o de la interferencia de Espíritus engañadores, ocurre sobretodo por falta de conocimiento de la Palabra de Dios (Mat. 22:29) y por falta de discernimiento espiritual (I Cor. 12:10). Se puede añadir, todavía, que ocurren por falta de conocimiento de historia de la Iglesia, en particular de la historia de los avivamientos, pues este conocimiento ayudaría a enseñar a los creyentes de hoy con respecto a prácticas a evitar.

Por falta de solidez en el conocimiento de la Palabra de Dios y por falta de discernimiento espiritual (Apo. 3:18b), muchos pastores se confunden respecto a las manifestaciones espirituales, no sabiendo distinguir con seguridad lo que es del Espíritu Santo. Además de eso, tienen temor de apagar o entristecer El Espíritu Santo, caso impidan alguno de los fenómenos que no parece conveniente que se manifiesten. Como resultado, acaban consintiendo prácticas y comportamientos que son de la carne o, inclusive, de Espíritus engañadores. La falta de discernimiento espiritual consiste en la incapacidad de distinguir entre lo que es del Espíritu Santo, o lo que es del Espíritu del hombre y lo que proviene del adversario. Ese discernimiento puede venir de la operación del don de “discernir los Espíritus”, por revelación específica del Señor o por el conocimiento de las Escrituras, en las cuales se encuentran una serie de principios generales y enseñanzas específicas que esclarecen a la Iglesia con respecto a prácticas que proceden del hombre o del Adversario. Algunos principios enseñados por la Palabra de Dios que ayudan la Iglesia a evitar prácticas erróneas son los siguientes: a) La gloria pertenece solo a Dios, no a hombres (ni siquiera a “grandes siervos” de Dios);

b) La Obra de Dios – o sea, la Iglesia – no tiene fundadores ni dueños; Jesús es el único fundador (Mat. 16:18);

c) El Espíritu de los profetas está sujeto a los profetas (nadie puede justificar que el Espíritu le obligó físicamente a decir o a hacer algo) (I Cor. 14:32);

d) Todo debe de ser hecho en la Iglesia con decoro y orden;

e) Se debe proceder con sabiduría y sentido común en la Iglesia, evitando que los no creyentes piensen que los creyentes están locos (se debe evitar escandalizar a los invitados) (I Cor. 14:23);

f) La Iglesia tiene que vivir observando los limites establecidos por la Palabra de Dios (no se debe aceptar manifestaciones espirituales que son sancionadas por las Escrituras) (I Cor. 14:47);

g) La Iglesia debe probar o juzgar los dones espirituales (I Tes. 5:19:21) para que sepa si esos dones proceden o no del Señor (no se juzgan los profetas, sino las profecías – I Cor. 14:29 – pues todos los creyentes fallan en el uso de los dones espirituales);

h) Las Escrituras contienen todas las doctrinas y prácticas necesarias para la edificación de la Iglesia (Gal. 1:9), que no necesita de novedades doctrinales (tampoco énfasis no-bíblica en doctrinas que son bíblicas); y

i) La Iglesia no necesita de “fuego extraño” (Lev. 10:1-3) para ser animada, estimulada a sentir emociones divinas y para alabar a Dios; solamente el fuego del altar – El Espíritu Santo – se debe manifestar en la Iglesia; los dirigentes no tienen, consecuentemente, que recurrir a las emociones de la Iglesia, no tienen que usar métodos de animación basados en la psicología o practicados en el “show business”.

Los limites establecidos explícita o implícitamente en el Nuevo Testamento para la utilización de los dones espirituales (I Cor. 14:37) evitan que los dones sean mal utilizados. Se puede, por ejemplo, hablar en lenguas extrañas en voz alta (para edificación propia), cuando estamos solos en casa. Sin embargo, cuando se ignora este limite y se habla en público, en la Iglesia, lenguas extrañas, no habiendo intérprete, no se respecta un limite establecido en la Palabra de Dios. En otras Palabras: fuego es una bendición desde que esté disciplinado, o sea, en la cocina; cuando ultrapasa ese limite y sale de la cocina, alcanzando los muebles en el salón, se hace un problema. Para comprender tales limites es necesario estar integrado a una Iglesia que practica plenamente la doctrina del Cuerpo, da la forma indicada sobretodo en I Corintios 12 a 14, pues apenas esta Iglesia recibe del Señor revelación y discernimiento. En contrapartida, un miembro que se aísla y se aparata del Cuerpo, no sometiéndose a la autoridad o al consejo de su pastor termina perdiendo el discernimiento sobre lo que viene del Espíritu Santo y, después, incluso, de lo que es pecado.

Doctrinas olvidadas: Cuerpo y revelación

Ahora, se puede inquirir: ¿porque la Iglesia no se dio cuenta a tiempo de esos errores y porque no tuvo condiciones de rechazarlos, en los casos que contaba con pastores que tenían discernimiento espiritual y conocimiento de las Sagradas Escrituras?

La Iglesia se ha olvidado de dos doctrinas bíblicas que son básicas para la salud espiritual de la Iglesia y que, por este motivo, tienen que ser bien entendidas y practicadas: Cuerpo y revelación. Por Cuerpo se entiende que la Iglesia tiene que vivir como el Cuerpo de Cristo, con cada miembro sometiéndose al Señor Jesús como Cabeza de la Iglesia, con cada miembro desempeñando la función que el Señor le dio en el Cuerpo, sometiéndose unos a otros, llevando las cargas los unos de los otros, viviendo para servir a la Iglesia y al Señor. Se entiende por revelación que toda la Palabra procede da boca de Dios. La Iglesia debe de ser dirigida por la Palabra de Dios – sea por las doctrinas, prácticas y principios bíblicos, sea por las orientaciones transmitidas por El Espíritu Santo a través de los dones espirituales. ¿Por que razón la practica de la doctrina del Cuerpo de Cristo es necesaria para evitar la contaminación del avivamiento? La practica de esa doctrina es fundamental para la vida de la Iglesia, pues permite a la Iglesia crecer en la gracia y en el conocimiento del Señor Jesús. Eso se debe porque, cuando las Escrituras hablan de Cuerpo, se refieren también al Gobierno y Disciplina. En el Cuerpo de Cristo, sobresale primeramente el Gobierno del Señor Jesús como el Cabeza, al cual los miembros deben obedecer. Los miembros no hacen su propia voluntad ni escogen la función que quieren desempeñar en el Cuerpo. Los miembros del Cuerpo deben, antes, ejercer la función que el Señor les determino. En contrapartida, los miembros deben someterse los unos a los otros, en primer lugar al Pastor, a seguir a los diáconos, respectando la autoridad de cada siervo en su área de actuación. Ejemplo: el pastor tiene autoridad para corregir, exhortar todos los miembros; o maestro de la escuela dominical tiene autoridad para orientar a su clase e para enseñar de parte del Señor, etc. Cuando se habla de Gobierno, se habla implícitamente de autoridad, orden y orientación. Todos esos elementos protegen el Cuerpo del engaño del adversario. Cuando hay orden en el Cuerpo, los creyentes atienden a las determinaciones del Señor y los siervos que tienen autoridad transmiten a los demás miembros las orientaciones de la Palabra y las reveladas a través de los dones espirituales. De esa manera, cuando el Señor desea operar algo en la Iglesia, sabe que basta revelar Su voluntad, pues la Iglesia obedecerá a la orientación que será transmitida por el Pastor (ejemplos: orientaciones sobre un ayuno, sobre una evangelización, sobre levantar un creyente para ser maestro de la escuela dominical, etc.). Para que un Cuerpo funcione en armonía y desempeñe satisfactoriamente todas las funciones vitales y el trabajo que se espera del es, por lo tanto, necesario disciplina, o sea, obediencia al Señor y sumisión a los siervos que tienen autoridad en la Iglesia. Cuando la Iglesia no está organizada como Cuerpo ni vive como Cuerpo de Cristo hay anarquía e individualismo. Cada miembro hace su propia voluntad, rechaza orientaciones que el Señor reveló a la Iglesia, no acepta el consejo del pastor, etc. El motivo de ese comportamiento es que, no hay Cuerpo, ni gobierno; prevalecen, entonces, el desgobierno, el desorden y la falta de autoridad. Tampoco hay, disciplina, pero si insumisión, menosprecio a la autoridad y desobediencia al Señor (Judas 8, 10). En ese estado de falta de gobierno y disciplina, los limites establecidos en el Nuevo Testamento no son observados, proliferando la falta de discernimiento, sabiduría, decencia y orden en los cultos, en particular en el uso de los dones espirituales, con los consecuentes escándalos, decepción en el uso de los dones, manifestaciones de la carne y, al final, del propio Adversario. Revelación es toda la Palabra que procede de Dios. La Biblia es la revelación de Dios a los hombres. Mas el Señor también revela Su voluntad a la Iglesia a través de los dones espirituales. A través de los dones de profecía, interpretación de lenguas y Palabra de conocimiento, la Iglesia recibe revelación de parte de Dios. Por medio de la revelación, el Señor transmite detalles con respecto a Su Plan para la edificación de la Iglesia. Cuando El Espíritu Santo está transmitiendo esas orientaciones, el Señor Jesús se manifiesta como Cabeza de la Iglesia. La revelación, sin embargo, solo funciona correctamente en el Cuerpo, o sea, en una Iglesia que vive como Cuerpo de Cristo: una Iglesia que se somete al Cabeza, obedeciendo a sus pastores y a las determinaciones reveladas por el Espíritu Santo. Cabe a la Iglesia, como Cuerpo de Cristo, atender a la revelación, o sea, obedecer a las determinaciones que el Señor Jesús transmite por medio de los dones espirituales. Habiendo obediencia a la revelación, la Iglesia es preservada del engaño del adversario y del pecado, pues el Señor revela lo que no le agrada, o lo que se debe corregir y como obtener la victoria en las luchas espirituales, dando a conocer a Su Cuerpo con respecto a las falsas doctrinas, prácticas de la carne y otros fenómenos que permiten interferencias del Adversario. La falta de revelación, por otro lado, causa desconcierto, falta de base y falta de objetivo, además de la ausencia de conocimiento del Plan de Dios para la edificación de la Iglesia. Por no entender cual es el plan del Señor para su edificación, la Iglesia está abierta a programas, nuevas doctrinas y prácticas que prometen “proporcionar el avivamiento”, pero que muchas veces apenas apartan al Espíritu Santo. Eso ocurre muchas veces porque, al imposibilitar el Gobierno del Señor Jesús, el hombre asume el gobierno de la Iglesia y los planes del hombre ocupan el lugar del Plan de Dios. Entretanto, habiendo revelación, la Iglesia tiene el conocimiento preciso de la voluntad del Señor, que también concede comprensión espiritual a la iglesia, a través del don de “discernimiento de Espíritus” y a través del entendimiento de Su Palabra, dando a la iglesia la capacitación para entender el verdadero sentido de las Escrituras, o sea, habilitándola a ver lo que va mas allá de la letra.

Conclusión

Por falta de entendimiento y practica de esas doctrinas fundamentales del Nuevo Testamento – Cuerpo de Cristo y Revelación – los avivamientos han acabado llegando a su fin. Por no vivir esas doctrinas, la Iglesia perdió las bendiciones decurrentes del gobierno, de la disciplina y de la dirección del Señor Jesús, a través de las cuales puede disfrutar del conocimiento y discernimiento de toda la voluntad de Dios.

Cuando la Iglesia practica las doctrinas del Cuerpo de Cristo y de la Revelación, permanece unida al Cabeza y recibe todos los impulsos vitales y las orientaciones necesarias a Su edificación. Recibe, también, el conocimiento revelado de la Palabra de Dios y el discernimiento (a través do don de discernimiento de Espíritus o por revelación) con respecto a doctrinas y prácticas que provienen del Espíritu Santo. Mediante el conocimiento y la practica de esas doctrinas, la Iglesia será siempre victoriosa, pues observará los limites establecidos por El Espíritu Santo en la Palabra de Dios y tendrá discernimiento con respecto a las manifestaciones de la carne y del Adversario que pueden corromper el avivamiento. Por ese motivo, el avivamiento que el Señor opera actualmente en Su Iglesia no necesariamente tiene que terminar, sino que puede perdurar hasta la venida gloriosa del Señor Jesús ¡Maranata! ¡Sí, ven, Señor Jesús!