El Espíritu Santo y la Interpretación de la Palabra

El Espíritu Santo y la Interpretación de la Palabra

(I Cor 2:9-13)

Dios reveló las Sagradas Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamentos para la edificación de los verdaderos creyentes. Las Escrituras fueron elaboradas de tal manera que solamente los creyentes que fuesen asistidos por el Espíritu Santo pudiesen comprenderlas plenamente. “¿Por qué les hablas por parábolas?” fue la pregunta de los discípulos en cierta ocasión. La respuesta del Señor Jesús revela claramente que no le interesaba que aquellos que resistían al Evangelio entendiesen su predicación (Mt 13: 11-13). En otra oportunidad, observamos al propio Jesús revelando a Sus discípulos todo lo que de Él estaba escrito en “Moisés y los profetas” (Lc 24: 27). Sin la asistencia directa de Jesús ellos no serían capaces de comprender el significado correcto y profundo de aquellas Escrituras.

De esos pasajes deducimos que el conocimiento histórico y gramatical no son suficientes para capacitarnos en la comprensión y el significado exacto de muchos textos de las Escrituras y para recibir con precisión las enseñanzas que el Señor desea transmitirnos por medio de ellos. En lugar de esto, lo que nosotros necesitamos es “revelación” o iluminación o, en otras palabras, de la asistencia del Espíritu Santo. Si no poseemos lo que acabamos de citar, estaremos limitados por nuestra propia interpretación particular de muchos pasajes de las Escrituras y éstas, en muchos casos, no estarán en armonía con la interpretación que Dios hace de los mismos pasajes (1 Co 2: 9-13). Por demás, estaremos perdiendo la profundidad y la riqueza que la Palabra de Dios nos puede transmitir (2 Co 3: 6).

Es por esa razón que se debe buscar la asistencia del Espíritu Santo cuando se medita en la Biblia. Por la misma razón el propio Señor levanta en el Cuerpo de Cristo algunos para que sean “maestros” (Ef 4: 11). Éstos vendrán a ser hombres [y mujeres] ungidos por el Espíritu Santo para que sirvan a la Iglesia en el ministerio de la Palabra. Esto nada tiene que ver con personas que han obtenido los títulos de Maestro o Doctor en teología y que se creen que son capaces de entender el sentido exacto de las Escrituras. Al decir esto, no negamos la necesidad de un buen conocimiento del contexto histórico, geográfico y cultural de las Escrituras, ni de una buena comprensión gramatical con el fin de extraer las doctrinas correctas de la Biblia.

Debemos interpretar la Biblia de la misma manera que los escritores bíblicos, inclusive el Apóstol Pablo. Consideremos, como ejemplo, la manera por la cual el Apóstol interpretó el pasaje del Antiguo Testamento referido en 1 Co 10: 1-11. Pablo afirma que la travesía del Mar Rojo representaba el bautismo, que el maná representaba el alimento espiritual (la Palabra de Dios: “Yo soy el pan de vida”), la roca de la cual ellos bebieron hablaba de Jesús, la Roca espiritual, y así sucesivamente. Él identifica, por lo tanto, símbolos y tipos en muchos pasajes del Antiguo Testamento. En 1 Co 9: 9-10, Pablo refiere que el pasaje del Antiguo Testamento que tiene que ver con los bueyes es una lección para nosotros sobre los obreros cristianos (también en 1 Tim 5: 17-18). Sin embargo, si alguien lee el Antiguo Testamento sin la revelación (la asistencia) del Espíritu Santo que Pablo recibió, no comprenderá este texto de la misma manera. Siguiendo el mismo razonamiento, en Gál 4: 22-31 Pablo afirma que las dos esposas de Abraham eran una alegoría, o en otras versiones, simbolizaban (verso 24) los dos pactos.

¿Cómo interpretó el Señor Jesús ciertos acontecimientos de la historia de Israel? En Dt 8: 3 se nos muestra claramente que, por el maná, Dios quería que comprendiésemos que el hombre no debería de vivir solamente del pan material, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. El maná representa, por lo tanto, la Palabra de Dios. En otra ocasión, el Señor Jesús afirmó que Él mismo era el verdadero maná, el pan que desciende del cielo (Juan 6:32-35). En otras palabras, Él es la Palabra de Dios (Apo. 19:11-13, 16).

Todo el libro a los Hebreos demuestra que el Tabernáculo y los sacrificios tienen su referente en Jesús como Cordero de Dios, como Sumo Sacerdote, etc. Se trata de un libro repleto de interpretaciones de los tipos, símbolos y figuras del Antiguo Testamento que solo pudieron ser enteramente comprendidas por revelación. Las no menos importantes parábolas de Jesús no pueden ser totalmente comprendidas sin la revelación del Espíritu Santo. Si alguno intenta leer, por ejemplo, tres comentarios diferentes del Nuevo Testamento, percibirá que cada uno de ellos es diferente, contrario, u opuesto incluso, a los demás, al interpretar las parábolas. Aunque, en muchos casos, hayan sido escritos por siervos de Dios.

Sin embargo, al buscar el significado profundo de las Escrituras, podemos cometer dos errores. Primeramente, no aceptar el sentido literal, el significado directo; al hacer esto podríamos perder la primera enseñanza que aquel pasaje contiene. En segundo lugar, “encontrar” doctrinas que no tienen fundamento en las partes doctrinales del Nuevo Testamento. Intentar encontrar una nueva doctrina -doctrina que no esté revelada claramente en los pasajes del Nuevo Testamento- por intermedio del uso de alegorías o de la interpretación de tipos o símbolos, seria un caso de utilización errónea de la Biblia.

Es posible, entretanto, usar tipos y símbolos como ilustraciones de verdades claramente reveladas en el Nuevo Testamento porque ellos alimentan nuestra alma. En cualquier pasaje en el que él se nos manifieste a lo largo de la Biblia utilizando tipos y símbolos, uno debe intentar comprenderlos con la asistencia del Espíritu Santo para que se pueda recibir la edificación que desea transmitirnos el Señor. Esos tipos y símbolos vienen a ser hermosas ilustraciones de verdades que el Señor reveló claramente en otras Escrituras, especialmente en los Evangelios y en las Epístolas del Nuevo Testamento.

Para comprender mejor este asunto, conviene recordar que el Nuevo Testamento se encuentra escondido en el Antiguo Testamento y que este último es revelado en el Nuevo Testamento. Para no cometer errores, en este sentido concerniente a la interpretación de las Escrituras, no debemos olvidar jamás que los pasajes del Antiguo Testamento son sombras de realidades que se hallan reveladas en el Nuevo Testamento (Col 2: 17; Heb 10: 1). En el Nuevo Testamento queda claro, por ejemplo, que Jesús es el sábado (descanso del creyente), el cordero (sacrificio por los pecados del creyente), el templo (el creyente adora en comunión con Él), el maná (el pan de vida), etc.

Sin pedir la asistencia del Espíritu Santo para comprender, por ejemplo, el significado del libro de Ester, del libro del Cantar de los Cantares, de las parábolas de Jesús, de algunas partes del libro de Daniel y una gran porción del libro del Apocalipsis, perderemos un beneficio espiritual significativo que es transmitido por estas partes de la Biblia. Por otro lado, corremos el riesgo de aceptar cualquier interpretación humana de aquellas Escrituras, en vez de una interpretación dada por Dios.

Nos regocijamos, por lo tanto, cuando percibimos que el Señor nos quiere capacitar, por Su Espíritu, para comprender toda la Biblia antes de la venida de Jesús y para predicar todas las porciones de las Escrituras, porque creemos que toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñanza, exhortación y corrección (2 Tim 3: 16).