Costumbres y Ceremonias

Costumbres y Ceremonias

Cuando empezamos a colaborar con pastores y líderes de diferentes Iglesias con diferentes tradiciones cristianas, algunas diferencias prácticas y no exactamente teológicas, pueden llegar a ser obstáculos a nuestra comunión. Se tratan de diferencias relacionadas con aspectos exteriores de comportamientos o prácticas cristianas habitualmente denominados “Costumbres y Ceremonias”, que se relacionan con estilos de alabanza, códigos de vestuario y Ceremonias eclesiásticas. Debemos de proceder con ese asunto de acuerdo con lo que está escrito en la Palabra de Dios, la Biblia, y de acuerdo a lo que el Señor nos ha enseñado.

En las Iglesias que representamos hay personas de diferentes contextos culturales (orientales, occidentales, eslavos, etc.), condiciones financieras (familias pobres o de clase media), orígenes geográficos (ciudades grandes o pequeñas), niveles culturales, así como formación cristiana. Como bien sabemos, casi siempre nuestras opiniones sobre costumbres y ceremonias variarán de acuerdo con esos factores que constituyen nuestra formación. En otras palabras, formaciones diferentes normalmente generan diferentes convicciones sobre este asunto.

Con respecto a ese asunto, debemos reconocer que la Biblia nos enseña a vestir de una forma modesta y decente, así como también nos habla sobre nuestro comportamiento en la Iglesia. Por otro lado, hay pasajes de las Escrituras que tratan de prácticas sobre las cuales nunca hubo un entendimiento idéntico entre las diversas ramas de la Iglesia. Aunque algunos de nosotros no estemos de acuerdo sobre la observancia de alguna práctica, debemos de comprender que otros hermanos las están practicando por entender que son exigidas por la Palabra de Dios y, en algunos casos, están relacionadas con la santificación.

Teniendo en cuenta estas diferentes convicciones, surge la pregunta: ¿Cómo obtener comunión espiritual entre cristianos de opiniones diferentes sobre Costumbres y Ceremonias? ¿Cómo evitar que esta diferencia de opiniones perturbe nuestra comunión y ocasione división, o juicio mutuo, que pueda causar tristeza o resentimiento entre nosotros?

Para responder a eso, debemos tener en cuenta lo que se nos enseña en el contenido del pasaje de 1 Corintios 8 y 10: 23-33. Primeramente debemos hacer hincapié en que el “conocimiento envanece, pero el amor edifica”. Después, debemos vigilar para que nuestro entendimiento no se constituya en una “piedra de tropiezo” para otros hermanos. También debemos seguir el consejo de Pablo en el que afirma que “si la comida es para mi hermano ocasión de caer, yo jamás comeré carne”.

Por lo demás debemos tener en mente que el Espíritu Santo es quien nos transmite las órdenes del Cabeza de la Iglesia: el Señor Jesús; es el único que nos convence del pecado y de cualquier comportamiento que no es agradable al Señor nuestro Dios (Jn 14: 26 y 16: 7-8). Debemos confiar en Él para realizar su santa Obra, a Su modo y a Su tiempo, en cada siervo y en cada congregación.

Además, entendemos que en el actual estadio de nuestra comunión entre unos y otros, la repuesta del Señor para este asunto es también la siguiente:

  1. Confiar en el Espíritu Santo para realizar Su Obra en nuestro medio y para convencer a cada uno de nosotros, en el tiempo de Dios, sobre lo que Él quiere cambiar en nuestras Iglesias con respecto a este asunto (Jn 16: 8). Al mismo tiempo no debemos intentar forzar a las personas a hacer cosas sobre las cuales el Espíritu Santo todavía no las ha convencido. Es suficiente para nosotros orar por nuestros hermanos que no tienen el mismo entendimiento que tenemos, esperando que el Espíritu Santo les convenza (o a nosotros) de un determinado asunto (Fil 3: 15).
  2. No juzgar a otros pastores de otras Uniones o denominaciones que no crean de la misma forma que nosotros creemos y ser pacientes con ellos, esperando que el Espíritu Santo haga Su Obra en sus corazones. No debemos pensar que algunas congregaciones son menos espirituales porque no observan las mismas Ceremonias que nosotros o porque se visten de forma diferente a la nuestra. Tal vez esas congregaciones tengan menos conocimiento que otras pero, en contrapartida, ellas pueden ser más fieles en la observancia de verdades que ya han comprendido.
  3. En cada congregación local, los pastores son libres, evidentemente -siempre buscando el consejo del Señor- para aconsejar a los siervos a que se comporten de acuerdo a lo que la mayoría de la Iglesia cree y espera que hagan los demás, para que no sean una piedra de tropiezo para la Iglesia (1 Cor 8: 13). Sin embargo, los pastores jamás deben olvidarse de que la santificación es una operación del Espíritu Santo que empieza en el corazón del hombre y, por consiguiente, debe reflejarse tanto en su apariencia como en su comportamiento.
  4. Los pastores deben estar dispuestos para hacer lo que el Señor les muestre a través de la Biblia y por revelación del Espíritu Santo. Si el Señor deja claro que debemos cambiar nuestros modos con relación a ciertas costumbres y ceremonias, debemos hacerlo (1 Jn 2: 27). Mientras eso no ocurre, debemos soportarnos los unos a los otros con amor y paciencia.
  5. Los pastores deben confiar al Señor esas diferencias, orando para que Él trate del asunto, y, al mismo tiempo, trabajen en conjunto con otros pastores de otras asociaciones de Iglesias y denominaciones, buscando más comunión los unos con los otros. Creemos que el Señor juzgará a cada uno de nosotros de acuerdo con el nivel de entendimiento y de conocimiento que alcancemos.

Cuando vivimos espiritualmente unidos, aunque no estemos de acuerdo con Costumbres y Ceremonias de otros hermanos de otras denominaciones -o uniones de Iglesias-, en esta comunión podemos ser tocados por el Espíritu Santo con el objeto de cambiar algún uso o costumbre que quizá no esté agradando al Señor.

El comportamiento y la actitud detallados arriba son necesarios para que haya una comunión verdadera entre nosotros. No debemos olvidar que para Dios lo más importante es que vivamos unidos y no que intentemos que nuestros hermanos crean como nosotros creemos en torno a estos aspectos no tan esenciales de la doctrina cristiana. Porque así el Señor puede derramar sus bendiciones y la unción del Espíritu Santo sobre nosotros. Consecuencia directa de esa unidad vendrá a ser que Él nos enseñe todas las cosas que considera que debemos aprender.